EL CAMBIO DEL CHOLO

16.02.2014 12:33

Cualquiera hubiera predicho, en su etapa de jugador, que Diego Pablo Simeone se convertiría en uno de los mejores técnicos del mundo. En su época, se le podía clasificar como un jugador al uso: fuerte, potente físicamente aunque no destacase por su altura, firme sobre el campo, aguerrido, etc. Podríamos enumerar un sinfín de halagos sobre el argentino como jugador, pero lo que menos esperábamos era ver tan solo unos años después un Cholo elegante como ninguno, trajeado en cada partido y paseando nerviosamente por la banda mientras instruye enérgicamente a sus jugadores con la ayuda de su amigo y segundo entrenador “Mono” Burgos.

Y es que conviene mencionar el cambio que ha efectuado el Cholo desde que ha saltado la línea blanca que divide por la banda los terrenos de juego de los banquillos. Un hombre totalmente irreconocible pisó por primera vez como entrenador los banquillos del Calderón el 23 de diciembre  de 2011, hace poco más de dos años. Nada tenía que ver ese Simeone con el que se fue años atrás, en 2005, y muchísimo menos con aquel que fue uno de los héroes del doblete en el 96.

Porque el argentino ha cambiado mucho. Elegante y respetuoso en todo momento, es un caballero. En su boca solo caben los halagos a los rivales y el “partido a partido” que tanto ha unido a la afición atlética. Algunos le califican como un entrenador que se mantiene ahí exclusivamente por el coraje que pide a sus jugadores y lo buen motivador que es. Pero es mentira. Todos los jugadores que han sido dirigidos por Simeone afirman que vive exclusivamente por y para el fútbol. Destacan su planificación de cada partido, que no dejaba ningún detalle al azar. Además, es un comunicador nato. Con un solo aspaviento agitando los brazos arriba y abajo pidiendo el calor del público, se gana un “OLE OLE OLE, CHOLO SIMEONE” coreado por todo el estadio. Y un último aspecto. Muy malo tiene que ser el arbitraje para que alguien oiga al Cholo quejarse públicamente de su actuación. El Cholo no llora.

Aunque hay una cosa fundamental, base de todos sus éxitos, que no ha cambiado ni, seguramente, cambiará jamás. La pasión contagiosa con la que vive este deporte. La intensidad, el entusiasmo y el sufrimiento que demuestra cada partido. Esto es la distinción del Cholo, lo que le hace pasar la barrera entre un buen entrenador, y un gran entrenador. Esto y, principalmente, el éxito, le ha permitido ser el gran ídolo de la afición colchonera.