La receta al desequilibrio

14.01.2014 19:51

Todo empezó el pasado 15 de noviembre... Sami Khedira disputaba un partido amistoso con Alemania, y fatídicamente, en una jugada frente a Pirlo, se lesionó la rodilla de gravedad. Ancelotti acababa de dar con el sistema de juego idóneo para su Madrid, el 4-3-3, con la BBC arriba y un mediocampo dinámico y compacto, formado por Modric, Alonso y Khedira. El tolosarra rendía de mediocentro posicional, mientras que Sami y Luka trotaban con libertad, actuando como interiores, por encima de Xabi. Khedira destapó su lado más apetecible, demostrando su capacidad sorpresiva para llegar desde atrás, dejando la labor creativa a un siempre inspirado Luka Modric. Así, el Real Madrid alcanzó el clímax en su juego, pudiéndose apreciar en partidos contra Real Sociedad y Málaga en casa, o en la segunda parte en Turín ante la Juve. Carletto había dado en el clavo, pero el destino le arrebató su redondo plan. El tanque alemán desapareció para ocupar la enfermería.

 

 

A partir de ese dichoso día, Ancelotti pasó a ser un esclavo de la experimentación. Tuvo que amoldar su equipo a un 4-2-3-1 muy atractivo, pero que quedó sólo en eso, en atractivo. Xabi y Modric forman el doble pivote de la línea horizontal viciosa. Ésa que es atravesada por todo tipo de rivales, desde el Osasuna hasta el Barcelona. El pírrico apoyo defensivo de sus atacantes y la labor nula del mediapunta en estas acciones, condena al Real Madrid al más absoluto de los desequilibrios. Añadiendo la últimamente habitual caraja de la zaga, en la que sólo Pepe se salva, y la torpeza globalizdada para poblar espacios, al equipo le cuesta horrores encauzar sus partidos.

A pesar del escandaloso estado de forma de Luka Modric, el Madrid sigue sin encontrar su forma de jugar. Bale continúa adaptándose, CR7 sufre una minicrisis, la defensa no está al máximo y el conjunto blanco se parte en dos. Es necesaria la vuelta al 4-3-3, con Xabi y dos interiores en el mediocampo. Illarra y Casemiro andan demasiado tiernos e Isco potencia la bipartición. Por ello, escojo a Di María para ser el hombre clave en la posición de interior, junto a Modric. El argentino es disciplinado y se vacía partido a partido. Dispone de buen desplazamiento de balón y rompe líneas con facilidad, al igual que Modric. Eso sí, debe convertirse en un jugador más pausado y no descuidar su posición, además de ser el foco de unión con los tres de arriba, que han de realizar la primera presión de forma comprometida. Di María es mi apuesta para esa demarcación tan comprometida, la receta al desequilibrio.