Silbatos mal adiestrados

03.02.2014 20:32

Los pitidos emitidos por los árbitros nos envían señales inequívocas: se protege más a los aniquiladores de la armonía que a los propios creadores de la misma. En una liga donde gozamos del privilegio de sentir y observar a Messi y Cristiano Ronaldo cada fin de semana, los trencillas se obcecan en preservar con mayor insistencia al género de los ¨Gabis¨. El fútbol nació para crear espectáculo, para entretener y emocionar, por lo que deberíamos estar obligados a cuidar de esos futbolistas elegidos, imprevisibles, dotados de grandes dosis de talento y lucidez. 

Cada día aparecen nuevos métodos y triquiñuelas para anular a estos jugadores mágicos. Sufren la envidia, el odio y la violencia de sus perseguidores. Tienen que lidiar con las continuas provocaciones por parte de rivales, con la incesante lluvia de patadas, zancadillas y agarrones que cae sobre ellos y resignarse sin ofrecer ningún mal gesto. Los árbitros son los encargados de frenar estas acciones, pero en la mayoría de las ocasiones sucumben ante la inteligencia del destructor. Es más, se permiten la licencia de mirar con lupa al portador del talento y no dudan en castigarle con la mayor dureza posible en sus momentos de enojo. Actitud contraria a la que muestran con los jugadores ordenados para la presión sobre el artista. Labor respetable, pero que últimamente se basa en causar el deterioro del jugón mediante faltas ilimitadas, consentidas por el hombre de amarillo, al que tanto le cuesta enseñar tarjetas en estas acciones. Hemos de conservar lo extraordinario y castigar las injusticias. Los colegiados han de cambiar su forma de medir. Messi y Cristiano lo agradecerán. El fútbol lo agradecerá.